Cuanta pena he sentido cuando he visto como unos operarios cambiaban el cartel de nuestra “Cajasol” por el de CaixabanK, aunque han tenido la amabilidad de dejar el nombre de Cajasol, pero solo por un tiempo, mientras las personas mayores que suelen tener su nómina se acostumbren, y probablemente con el paso del tiempo solo quedará el logo de ellos.
Lo han hecho en domingo y mediodía, mientras dormíamos la siesta, como buen andaluz, han utilizado la estrategia perfecta, como nos conocen, así evitarían protestas y la invasión se produciría de manera pacífica, psicológica y sin contratiempos, ya que a esas horas no suele haber por las calles ni las fuerzas del orden público.
Mientras cambiaban el nombre le di hacia atrás a la manilla de mi reloj del tiempo y me trasladé a hace unos años cuando Sevilla tenía dos Cajas de Ahorros que hacían y realizaban “labores sociales”, ¿la recordáis, verdad?, la Caja San Fernando de Sevilla y El Monte de Piedad, donde nos enseñaron a tener una hucha en la cual uno siendo un niño metía parte de su dinero de la paga semanal que nos daban nuestros padres.

Momento en que nuestros políticos y sindicalistas matan la última caja de ahorro que nos quedaba
Cuando llegaron los cambios con sus abanderados políticos y sindicales y entraron en los Consejos de Administración de las Cajas de Ahorros, comenzaron a aparecer una de cambios de nombres y entres ellas se fusionaban, la Caja San Fernando pasó a llamarse de Sevilla y Jerez, el Monte de Sevilla y Huelva, luego se fusionaron entre si y se llamaron “CAJASOL”, de Cajasol a “BANCA CÍVICA” y ahora CAIXABANK. Joder la de colorines que tiene mi libreta de ahorros o los recibos del pago de facturas varias, cambian de color por años, al igual que cambian los regalos, de un juego de vajilla, a una batería de cocina, a un secador de pelo con plancha incorporada a una televisión led, ya no tengo ni idea de donde poseo la cuenta corriente ni a que entidad le debo el dinero de mi hipoteca.
Todo esto gracias a unos entes o seres amorfos que en su día se atrevieron de manera suicida, sin experiencia, sin escrúpulo, sin sentido común y totalmente ineficaz a llevar el Consejo de Administración de un Banco, o en este caso Caja de Ahorros, amontonando dinero de los demás en sus propios beneficios para que con el paso del tiempo desaparezcan todas, como lo han hecho.
Ahora me sonrío de manera giocondiano, cuando algunos dicen en sus mítines políticos que debería existir la Banca Pública, ¿Acaso no había cientos?, ¿No os avergüenza pedir algo que habéis hecho desaparecer?, no tenéis la más mínima vergüenza, pues después de haber destruido prácticamente todas, menos la Caja Rural de momento y además sin tener que dar ni explicaciones, ni públicas, ni políticas ni penales, ¿queréis otra banca?, ¿para qué?, ¿Para llevaros de nuevo el dinero y destruirla?
Espero que todo esto no afecte a los fines sociales que las Cajas llevaban a cabo a personas con exclusión social, discapacitados, niños sin recursos, violencia de género, enfermos y otros tantos que necesitaban una ayuda social, pues me acordaré de vosotros toda la vida.